En la
lectura de la dinámica en las relaciones sociales en las instituciones educativas, nos
deja bien claro que la escuela no puede ser vista sólo como un lugar de
encuentro entre actores individuales. Sino que la escuela es también un espacio
social y político. La sociedad pide que la escuela sea capaz de ir modificando
sus pautas de funcionamiento para adaptarse a los cambios productivos,
familiares, de diversidad cultural o de género, que se van produciendo, y las
instituciones públicas definen sus políticas educativas en relación a estas
demandas y prestando más o menos atención a las voces del propio sector
educativo. De la mejor o peor sintonía entre este conjunto de variables,
acabará dependiendo que la escuela cumpla con mejor o peor fortuna lo que la
sociedad espera de ella. Y de ello dependerá también que los maestros que
trabajan en la escuela se sientan mejor o peor reconocidos y retribuidos por el
trabajo que desarrollan.
La
educación ha sido siempre un espacio de selección y de socialización, el Decidir o condicionar quién va a la
escuela y en qué condiciones, han sido siempre temas conectados con los debates
de la justicia social y con la competencia por el estatus.
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